Sevilla huele en Primavera.Las flores de Azahar inundan sus calles y plazas.
La Giralda albergaba una luz dorada y el río Guadalquivir discurría al pie de la Torre del Oro como una cinta de Plata.
Llegó como todas las tardes,sobre las siete.
Mi Taller se llenó de Juventud.
Había pensado utilizar Mármol o Madera para reflejar su cuerpo.
Pero escogí el Barro,la Arcilla mezclada con Caolín por ser una materia más dúctil y maleable.
Mi Taller olía a Barro.Las Artesas estaban llenas y lo había amasado lentamente hasta encontrar el tacto y la textura adecuadas.
Ella se desnudó con lentitud y adoptó la postura que ya habíamos acordado.
Encendí la Chimenea.Las lenguas del Fuego calentaban mi Taller y comenzé a modelar.
Estática con su mirada ausente ella posaba.
Mis ojos se deslizaron de su cuello a su seno.Posaba con cierta indolencia.
Modelé la línea de su Cadera resbalando hacia su Pierna.
Preocupado por modelar bien la fragilidad de sus brazos,uno de ellos con la mano abierta como si ofreciera una Fruta.
Estudié su cara,la interrogué con la mirada.
Modelé el unguis de sus ojos y esas pequeñas arrugas tan expresivas y me detuve absorto en las comisuras de sus Labios.
Ella me sonreía.
Se hacía de Noche.
Ella se fue.
Al Día siguiente volví a modelar su cara y me esforcé en concebir su sonrisa.
Me detuve al modelar las comisuras de sus Labios,pero no eran las de Ella.
Yo había modelado unas comisuras cínicas y escépticas.
RAFAEL CARMONA JIMÉNEZ.
DÍA VEINTE Y TRES DE FEBRERO DEL AÑO 2012.
A LAS TRES Y MEDIA DE LA TARDE.
PUBLICADO EL DÍA VEINTE Y CUATRO DE FEBRERO A LAS SEIS DE LA MAÑANA.
ESCRIBO SIEMPRE DESDE MACHARAVIAYA
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