un toro de cinco cuernos dormía en la montaña.
los árboles sabían la catástrofe que se avecinaba.
los vientos arrasaron la tierra.
los animales incandescentes huían.
la barriga del mar reventaba.
los pájaros no comían.
las estrellas se apagaban y la luna no apareció aquel día.
no iluminaba.
en la cumbre de una montaña.
una encina partida por los rayos de una tormenta hincaba sus raíces en la tierra.
las llanuras estaban llenas de cadáveres de animales.
la tierra era una pavesa de sombra en el espacio.
una brisa fresca acarició a la encina.
el sol volvió a resplandecer.
la luna estremecida de amor saludó a los horizontes.
un amanecer de suave luz cárdena besó a la encina.
las hierbas se irguieron como serpientes.
los peces retozaban en las aguas y la encina sonriente iluminó con su luz los bosques.
los pájaros anidaron en sus ramas.
¡era la encina dorada¡.
rafael carmona jiménez.
día ocho de noviembre del año 2011.
a las cinco y cuarto de la tarde.
escribo siempre desde macharaviaya.
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