las cabelleras de luz se deslizaban por el horizonte y la estepa helada.los abedules de color azul desprendían sus ramas con el viento del norte y el río helado brotaba de la tierra.en la mansión de escaleras de mármol negro,grandes habitaciones llenas de cuadros,ella releía las cartas que le había enviado su esposo,muerto a manos de los tártaros.vestida de luto leía a iván turguenev.era ya tarde y aunque la princesa solía escuchar música,el silencio imperaba desde hacia mucho tiempo en su casa.los campesinos seguían trabajando en las isbhas.la primavera llegaba con un canto de flores y los pájaros volaban en los atardeceres verdes y azules.el río cantaba,todo cantaba.ella se había quedado sola con sus pensamientos,pues echaba de menos aquellos ojos luminosos que le hablaban en silencio.la noche negra brillaba y la luna cantaba melodías de amor,las estrellas brillaban.pero ella absorta en la lectura repetida de las cartas de su difunto esposo no se daba cuenta de nada.todas las cartas que él le había mandado las tenía guardadas en su dormitorio anudadas con una cinta de color rosa.repasó una y otra vez todas las cartas,pero faltaba una,¡la última¡.
¡era extraño¡..pues ella tenía todas las cartas y las conservaba como un inapreciable recuerdo.agotada por el dolor se durmió.
despertó al escuchar una brisa que se deslizaba como un reptil por la puerta de su habitación.
fue a la puerta y vio en el suelo una carta.¡era la que le faltaba¡.
abrió la puerta y vio perdiéndose en la niebla del amanecer la silueta luminosa de su difunto esposo.
rafael carmona jiménez.
día diez de diciembre del año 2011.
a las diez de la mañana.
escribo siempre desde macharaviaya.
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