habían pasado muchos años desde que ella murió en sus brazos
muchos años en silencio se amaron
muchos años sin poder expresar lo que él y ella sentían el uno por el otro
por azar se conocieron y sin hablar solo por sus miradas se reconocieron como compañeros que harían el camino el viaje hasta el final
retirados de el mundo y guardando con celo su amor solían pasear unidos cada tarde
una de aquellas tardes ella se sintió débil
.-vamos a casa
le dijo
.-me siento mal
él sin decir nada cogió su mano y ambos a su casa se dirigieron
él la acostó
ella y sin motivo aparente alguno iba perdiendo fuerzas y su respiración antes serena ahora agitada estaba
.-me muero amor mío
le dijo
él pidió que le dijera su último deseo
.-deseo le dijo descansar en una tumba en la cual estará mi efigie tal como ahora me conoces tal como era y que todas las tardes y siguiendo el camino de nuestros paseos me lleves una flor
ella murió y él cumplió sus deseos
encargó una estatua yacente que el escultor hizo basándose en la fotos de cuando ella estaba viva y que fue puesta en su tumba encima de una losa de mármol blanco
todas las tardes y recorriendo y recordando cuando paseaba con ella le llevaba una flor
y así durante años
no conoció más ni quiso a otra mujer
la flor que le había llevado la tarde anterior a la tarde siguiente estaba mustia seca y muerta como ella estaba
y pasaron los años y él se hizo viejo
ya canoso y con bastón no obstante erguido le llevaba la flor
y una tarde de otoño al agacharse para entregarle a su amada la flor
al lado de su tumba murió
pero aquella última flor permaneció viva llena de colores y bella en homenaje al amor que el uno para el otro sentían
rafael carmona jiménez
publicado a las once de la noche del día veinte y tres del mes de julio
y del año 2017
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